lunes, 15 de octubre de 2012

El Hechicero y el Cielo



Cuenta una leyenda Egipcia, que en tiempos de gran sequía, un leal Hechicero de las tierras pasaba las noches conversando con el cielo, implorándole a este que por bondad dejara caer unas gotas de agua sobre sus tierras. El cielo, caprichoso como alma de cuna, le agradecía al hechicero sus plegarias, ya que le hacía recobrar la importancia que en este tiempo parecían haber olvidado algunos de los aldeanos, pero aún así sentía que su existencia en la tierra se había limitado a expulsar ese fluido por el que manaba vida, tan anhelado al faltar.

Una noche, mientras reflexionaba el Hechicero, cayó en la cuenta de que su pueblo había sido hipócrita por el hecho de culpar de este desastre a uno de los responsables de la existencia del ser humano. Mostró al cielo la blasfemia de sus plegarias, le agradeció que sostuviera los astros, agradeció también que por sus venas manara el viento y así desarrollara vida en la tierra, le agradeció que por las noches mostrara las estrellas, mostrándonos siempre donde está el norte.
Después de escuchar las palabras del hechicero, el cielo comenzó a soplar con fuerza arrastrando junto a él las nubes tan añoradas del norte.

- Ya estás más cerca de aprender uno de los secretos más olvidados de la humanidad  - susurró el cielo - Habéis olvidado valorar lo mas vital para la vida, lo que nunca os ha faltado, y no os habéis dignado a mirar vuestro alrededor. Habeis estado cerca de destrozar el mundo, habéis adorado a ídolos cuando los habéis necesitado, y habeis codiciado las riquezas y el oro, cuando los verdaderos ídolos están el prójimo que te da el pan cada mañana y construye un mundo mejor, y la mayor riqueza de este mundo sin amor no tendría sentido -.

Los cinco sentidos



La base del amor se encuentra en nuestros cinco sentidos. Necesito cada uno de ellos para poder vivir en sintonía contigo. Gracias a Dios puedo verte cada mañana y por ello entiendo que una persona puede alumbrar más que el sol. Gracias a Dios puedo saber que tu piel no huele a rosas, pero supera con creces a la mejor fragancia expuesta en París. Gracias a Dios puedo comprender que un beso tuyo tiene mejor sabor que el maná prohibido del desierto. Gracias a Dios puedo llegar a la felicidad completa, porque un susurro por el aire me devuelve mis te quiero. Gracias a Dios que tu cuerpo algún día topo con el mío, porque desde ese día entendí que estaba vivo.

Sin embargo maldito sea el diablo, que tergiversa los cinco sentidos, encontrando en la visión las imágenes más crudas del ser humano. Con el oído la calumnia, las ganas de querer escuchar el mal ajeno. Con el tacto alguna guerra constante que más de una mujer sufre en su alcoba. El mal sabor que puede dejar en nuestra boca la traición. El olor de la pólvora, que tantas vidas se ha llevado en sus espaldas.

Maldito seas tú, que tu virtud es hacernos creer que nunca estás, y nuestra desgracia verte aparecer cuando no estás invitado.